En el análisis de hoy ponemos el punto de mira en uno de los conceptos más comentados en la historia reciente del fútbol: el tercer hombre. Nos parece 'curioso' que en pleno siglo XXI dicho concepto esté tan sexualizado, así que hemos decidido presentarlo a través de uno de los equipos que mejor lo pone en práctica: el FCB Femení.
A día de hoy aún es mucha la gente relacionada con el mundo del fútbol que malinterpreta o define de manera errónea el concepto del tercer hombre. Intentemos definirlo: imaginemos que yo poseo el balón y quiero dárselo a uno de mis compañeros/as. Pero este futuro receptor/a tiene marca, de modo que yo no se la puedo dar. Aquí es dónde aparece un/a tercer jugador/a que será quien nos ayude a hacer llegar el balón al segundo/a. ¿Confusos? Veámoslo con imágenes mejor.
En la primera imágen vemos cómo la central no tiene ninguna línea de pase clara (excepto girándose y dándosela a Sandra Paños, la portera). Pero también vemos muy claramente dónde se encuentra el espacio que le permitirá al Barça progresar en el juego. Así pues, vemos la buenísima lectura de la situación que hacen las jugadoras y cómo aparece una tercera jugadora (vemos que con marca) que habilitará a la medio centro dentro del espacio libre.
En este único movimiento hay muchos factores a tener en cuenta: Lo primero, y más importante, es que todas las jugadoras se reconocen/identifican con su rol: la central es la primera, la medio centro es la segunda, y la media punta es la tercera. Todas tienen claro hacia dónde quieren ir, hecho que facilita muchísimo la acción. Vemos como la media punta (tercera jugadora) tiene marca. Ella sabe que ni siquiera va a intentar girarse, porque se ha identificado como la tercera jugadora y sabe que, si hay giro para intentar progresar, seguramente habrá pérdida de balón. Por lo tanto vemos como la acción de la tercera jugadora, además, genera más espacio para la futura receptora de balón, pues atrae a una defensa más.
El segundo aspecto a tener en cuenta es cómo se perfilan las tres jugadoras: la poseedora del balón, bien perfilada para jugar un pase vertical que, si nos fijamos bien, rompe una línea. La segunda jugadora, perfilada hacia la tercera, porque sabe que recibirá el balón des de ese lado y, por lo tanto, el perfilarse de éste modo le permitirá recibir con más ventaja. Finalmente, la tercera hace el movimiento en carrera en dirección a la poseedora del balón pero ligeramente perfilada hacia la segunda jugadora, sobre quien jugará el pase.
Ahora que tenemos todo de manera más clara en la cabeza, veamos el vídeo entero.
En el vídeo podemos ver como, aparte de las dos características mencionadas anteriormente, la calidad y tensión de los pases entre jugadoras es fundamental. Esto permite conseguir una mayor ventaja al dotar de más velocidad a la acción. Además, también vemos cómo se enlazan acciones de tercer hombre y el éxito que tienen, hecho que se debe a la gran compenetración del equipo y el entendimiento de las situaciones de juego presentadas.
Vemos cómo la comprensión de la acción facilita muchísimo al equipo el progresar en el juego. Debemos tener en cuenta que el uso del tercer hombre no lo podremos llevar a cabo siempre y que dependerá de muchos factores: características de jugadores/as, características individuales del rival, características colectivas del rival, tipo de presión y una larga lista de etcéteras. Por lo tanto, como entrenadores/as, debemos promover no únicamente el concepto como tal, sino que también el rol de cada jugador/a en un contexto beneficiario/benefactor en el cual la mayor recompensa la obtendrá el equipo.
No es casualidad que el FC Barcelona haya conseguido llegar tan lejos en la UWCL en los últimos años. Realmente deberíamos replantearnos el nombre de este concepto.
¿Lo entrenamos?
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